CRÓNICA PATEADA 173

Rio Fraga (Moaña-Marín-Bueu-Cangas) 07/09/2014. 

Sobre las nueve, diez almas se dirigen al puerto para embarcar hacia Moaña.
 Agradable travesía. Desde el puerto hasta la salida, un paseíto por la alameda, donde además estaban montando la feria. Más de la mitad nos esperaban en el punto de  salida, junto al río Fraga, menos uno, el  de más interés para nosotros: el guía, que había ido a repasar la ruta ...
Al final, con un poco de retraso,  salimos los 24 congregados en esta ocasión.

 El circuito fue un poco accidentado. Consistía en subir desde la desembocadura del Río Fraga y luego el tramo era “de autor”. Unos patitos y gansos nos despedían a la salida con su gracioso cua-cua. Luego supimos que era una sonrisa burlona, porque ya conocían el circuito o al guía.

 A medida que ascendíamos, nos iban poniendo trabas en el camino. Nos cruzaban troncos de distintos tamaños con cierto grado de dificultad para cruzarlos. También éramos tentados con ramas cargadas de manzanas que interrumpían la buena marcha. Incluso pusieron un precario puente de madera, con más tablas rotas que enteras. La lluvia que teníamos pedida para el medio día, nos la trajeron a primera hora. Problemas de reparto. Pero la moral de Congostra era imperturbable.
 Seguimos ascendiendo por el margen del río mientras fue posible. Fuimos entrando y saliendo de todas las localidades de la península del morro grande como si estuviésemos bordeando una estrella de cinco puntas. De vez en cuando, el guía nos preguntaba con una sonrisa socarrona ¿Sabéis dónde estamos? ¡Claro que lo sabíamos: perdidos en el monte! Cualquiera se arriesgaba a mencionar un nombre… llegamos a pasar por un lugar donde había dos cotos de caza, uno a cada lado de la carretera; uno era de Bueu y el contrario de Marín.

 Cuando el guía agotó los caminos por dónde perdernos, nos dirigió a un merendero, en Bueu creo, para tomar el plátano y el bocata, porque hasta aquí ni agua. Era un no parar… Llegamos a mesa puesta. Cubierta de una redecilla que daba sombra en las horas de sol. No era nuestro caso, aunque comenzaba a asomar Lorenzo para ver cómo nos iba. El merendero estaba colonizado por un enjambre de abejas amigas, que cotilleaban qué había traído cada uno para comer. Se paraban más con las que le inspiraban más confianza. ¿Te has fijado? pregunta una abeja, ¡si está ahí la amiga de Pepa y Paca, vamos a saludar! La recepción fue la esperada: escondía su cabecita en el manto de novicia para evitar los revoloteos. También las invitó a un brebaje en una botella sin retorno. Entraban y se quedaban dentro pegadas para siempre. Las abejas se quedaron, pero el grupo, en menos de media hora, terminó la faena y se piró. Demasiado cariño.

 Desde el merendero, y ahora con sol, nos dirigimos a un mirador de algún sitio. Las vistas de la ría son preciosas. Se aprovecha la panorámica para hacer una foto de grupo. Antes de estar todos bien acicalados el fotógrafo dijo “yatá” y una voz en off acompañó: ¡igualito que mi ex!

 El siguiente destino era “a mámoa de Chans” perdida en el monte de Bueu. Estaba marcada con las siglas EGG. Desconocemos su significado, pero podríamos deducirlo por la forma del pedrusco y el significado en inglés. De aquí pasamos a ver las ruinas de una capilla de San Lorenzo, adornada con flores frescas. Estaba ubicada en la zona geográfica de Bueu, pero pertenecía a Marín. Parece ser que el que marcaba los lindes, estornudó y se le salió la raya un poco en forma de lengua con la capilla dentro. Como daba mucho trabajo borrar, ya lo dejó así. A la salida, nos esperaba una cuestecita empinada que incitó a la voz en off: esto era congostra o con costa. 

Recorrimos más senderos vecinales a la espera de saber de qué Concello eran, pero era difícil acertar. Preguntamos a unos caballitos que asomaron al camino, pero a todo decían que sí con la cabeza y salían corriendo. El camino nos llevó a un cruce de tres caminos con un menhir grabado donde rezaba: HLO 1792. El guía matizó que se trataba de una reseña de los límites de Hermelo, que ahora con la nueva normativa galega pasa a suprimir la “H”. Tenía un vigilante en forma de gusano amarillento y peludo “Racus” que controlaba que nadie moviese la inscripción.

 Nos adentramos en un camino profundo de altos muros y marcado con postes descriptivos de la fauna y flores. El guía nos mencionó que lo mejor eran los poemas del pie, que nadie leía. Este camino nos llevó a Pastoriza, donde vimos la iglesia de Ermelo con una inscripción interior de la titularidad de Bueu. De aquí subimos a la cruz de Ermelo merendamos y discutimos si la cruz era la espada excalibur o el escudo del Celta. Una aguafiestas dijo que era el molde sobre el que espolvorean la tarta de Santiago. Visitamos otra cruz: la del monte Paralaia. Allí confraternamos con unos ciclistas que se estaban reponiendo de la subida. Las vistas de la ría desde esta altura son impresionantes.

 Eran las siete cuando comenzamos el descenso. Desde este punto las cosas empeoran. Bajamos, bajamos y bajamos. El agorero no hacía más que repetir: ¡que perdemos el barco! ¡ El de las ocho, ! y el de las nueve ¡ El abucheo era generalizado y el relax también. Parte del grupo se desvía para recoger los coches. Los demás no perdimos el barco, poco antes de las diez estábamos entrando en el barco de Cangas hacia Vigo, sin antes tomar unas cañitas que relajaron la espera. Al final habían sido más de 36 kms. 

Desde aquí… cada mochuelo a su olivo, salvo parte del resto del grupo que se marcharon a hacer estiramientos en las fiestas de Darbo, parroquia de Cangas, parece ser que no debieron quedar muy cansados de la pateada que aguantaron hasta más allá de las tres de la mañana.

 ¡Hasta la próxima! Abur…

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